Se suele decir que “si uno desea lograr algo, es de sabios planear y organizar cómo hacerlo”. Mientras más importante sea la meta, o mayor la gravedad de las consecuencias en caso de fracaso, más importante resulta la organización y planificación. Esto es especialmente necesario cuando se trata de una lucha política y, sobre todo, para movimientos políticos con recursos limitados y condiciones de lucha complicadas. Una buena organización y planificación estratégica aumenta la probabilidad de que todos los recursos humanos, materiales y económicos disponibles o aquellos que se vayan consiguiendo se movilicen y empleen de la manera más efectiva.
No existe un manual concreto para organizar y planificar una lucha. Cada lucha se organiza y se planifica según cada situación concreta. Por ejemplo, en un sistema de carácter democrático, los métodos de lucha político deben ceñirse al Estado de Derecho, es decir no pueden vulnerar los medios de protección de la democracia misma. Mientras en una dictadura tradicional, la legitimidad y la legalidad de los métodos de lucha no van aparejadas. Así, los partidos y movimientos políticos podrían ser formalmente ilegalizados o tenidos por ilegales o sus métodos de lucha podrían no ceñirse al Estado de Derecho, pero ello no quiere decir que no posean plena legitimidad ética y política.
Pero y qué pasa cuando lo que rige ni es una democracia, ni es una dictadura tradicional, sino más bien una dictadura disfrazada de democracia? Esa modalidad insidiosa que han inventado los dictadores africanos y sus aliados para mantenerse en el poder. Estas que se envuelven en el ropaje de las instituciones democráticas, a fin de proyectar una imagen aceptable ante el concierto internacional y también ante vastos sectores del conjunto nacional. Son iguales a las viejas dictaduras en cuanto a la opresión y represión, así como al propósito de control hegemónico y continuado del poder, pero son distintas porque realizan elecciones, permiten oposición política y toleran determinados espacios de autonomía política y comunicacional. Y como la presencia de estos factores hace que la percepción autocrática se distorsione, y no pocos hasta crean de buena fe en su aura democrática, entonces ocurre que se dificulta la manera justa y necesaria para superarla y con ello, se complican las condiciones de lucha.
La historia de la ANRD es larga y, por lógica, ha tenido que pasar por momentos agradables y desagradables, lo cual nos ofrece hoy una rica experiencia que no solo conduce nuestro accionar político a metas concretas, sino también aconseja a buscar otros métodos de lucha para combatir este tipo de dictadura y desarrollar dichos métodos dentro de un concienzudo plan estratégico de organización.
La ANRD nunca ha creído ni va a creer y nunca ha colaborado ni va a colaborar con cualquier régimen disfrazado de democracia. La ANRD no quiere cambiar el actual sistema dictatorial por otro. Queremos destruir todas las estructuras dictatoriales en nuestro país para establecer una sociedad de personas libres, iguales y solidarias. En esa lucha, nuestra base de organización son todos los guineaecuatorianos, miembros, militantes y dirigentes con mentalidad propia y desarrollada que ponen su inteligencia y sus cualidades personales al servicio de la causa, desarrollen sus valores humanos dentro del espíritu colectivo y unitario. La ANRD quiere aprovechar todas las inteligencias, aumentar la capacidad de razonamiento de la población, los miembros y militantes e impedir que algunos se tomen el derecho de pensar por los demás.
En consecuencia, la ANRD, en su IV Congreso de 1983, decidió continuar la lucha por todos los frentes y dentro de una organización clandestina en el interior del país y abierta en el exilio y al mundo. Ni las revueltas a favor de la democracia que surgieron con la caída del bloque comunista, 1991, que provocó otro regreso masivo de los exiliados al país y trajo consigo y para los dictadores nuevas maneras de aferrarse en el poder, conocidas como “democracias de partido único”, o “democracias africanas”; ni los múltiples diálogos o llamamientos al diálogo que organiza el dictador o los partidos de la oposición, han logrado detener los ánimos de lucha o arrancar a la ANRD de su posición y convicción.
Dentro de la ANRD, mantenemos un continuo debate sobre nuestra organización ideológica y política, así como el modelo y tipo de lucha necesario ante las nuevas realidades nacionales e internacionales. La ambición es un proyecto que no se limita al ropaje populista que muchas veces le da la abstracción de políticas de apariencia, sino un proyecto capaz de formular iniciativas estratégicas y de formar opinión mediante un relato atractivo y convincente.